19/8/08

AQUELLAS TARDES DE RADIO, POESÍA Y MÚSICA


Eran grabaciones infantiles, que salían a un aire cerrado, a un área estricta y restringida, por donde una vez a la semana se esparcían nuestras voces... No sucedió durante mucho tiempo. Una vez que lo hicimos bien nos sucedió como un susto de revelación de haber hecho algo bonito, con ecos de respuesta con connotación y dejamos de grabar, para no volver a emitir y recordarlo.

Nos juntamos inicialmente para la realización de un proyecto de clase, en E.G.B., y quedamos en pedir permiso en la Casa de Cultura del pueblo, junto a la Biblioteca, para que nos dejaran utilizar el estudio de la radio local.

Nos pertrechamos de apuntes y libretas sobre temas que nuestros profesores nos indicaron previamente, para comenzar después del permiso de los responsables de la radio, a esbozar el contenido de nuestras grabaciones. De todos aquellos temas, descartamos los pesados, los que no nos decían nada a un grupo de niños con poco interés o con un interés de pocos alcances... Estábamos acostumbrados a vivir en un mundo de dimensiones reducidas y en ellas a movernos entre libros infantiles como puertas a otros mundos más bien lejanos. En el divagar de los niños, en la búsqueda de nuevos temas de qué hablar, conseguí pararme sobre un montón de libros de poesía casi abandonados en las estanterías de la deshabitada Biblioteca, que pronto atraparon la atención de aquellos compañeros de entonces. Nos gustó tanto la idea de ponerles música, que no lo pensamos más veces, y nos dirigimos al estudio acompañados por la locutora de la emisora habitual, que nos iba a dirigir en la realización de nuestro programa.

Cuando los versos comenzaron a sonar, pronto comenzaron a sonar sin apenas haberlas buscado, canciones, música inaudita por nosotros, que hacía que el estudio se llenara de magia, de algo inmarcesible e intangible... Estábamos haciendo algo bello y nos sobrecogió a todos.

Volvimos al estudio a la semana siguiente animados por los resultados en clase. Todos conocían a los realizadores de la emisión de aquella tarde. Todos habían escuchado y querían volver a oírnos. Realizamos de nuevo la misma operación con libros distintos, autores ignotos y nuevas canciones que salían de nuestras manos, escogidas a ciegas, que arropaban nuestras voces infantiles, leídas, volviendo a crear aquella atmósfera que nos hacía llorar, pausarnos y proseguir a lo largo de una eterna hora memorable.

No volvimos a realizar algo semejante. Y recuerdo aquellas tardes de radio como únicas e irrepetibles tardes en contacto directo, de mano propia, por la belleza de pasiones de las que hoy en día soy incapaz de deshacerme y por las que reincido con la misma expresión de descubrimiento gigantesco en mi cara de adulto de hoy.

5 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

Hermoso recuerdo.

:)

Carlos LABARTA dijo...

Muchas gracias por tu visita, Arcángel Mirón! La recuerdo con una magia espcial, con esa nebulosa brillante de los sueños... Fue la primera vez que disfruté con la poesía y la música. Una primera vez.

Muestrario de Palabras dijo...

Un gusto visitar tu blog y gracias por visitar el blog de muestrario.

Maria

Jeanne dijo...

Bonita historia, me hubiera gustado poder decir que también fue la mía, pero no lo fue...lástima.

Myriam M dijo...

Ay! qué recuerdos aquellas bibliotecas y aquellos primeros poemas!
...yo los grababa en el casette de casa, el libro entero de un curso de EGB (no sabría decir cual), ahora recito en público pero cuando leo poesía a solas suelo hacerlo en voz alta.

Un saludo,

Lilith