Comencé a leer muy temprano, gran número de libros han pasado por mis manos desde entonces, pero sobretodos ellos, recuerdo haber leído con voracidad carnívora los libros recopilatorios de correspondencias entre escritores o entre pupilos y escritores o maestros... Tanto era así, tal era mi gran afición por lecturas de este tipo, que mi correspondencia infantil y adolescente con los amigos que marchaban de mi pueblo para irse lejos a vivir por distintas circunstancias, guardaron conmigo, porque así lo disfrutaba yo, una extensa y pesada correspondencia.
Disfrutaba contando los detalles de los días, describiendo todo tipo de situaciones, escribiendo poemas en medio de cualquier párrafo... Me recuerdo hasta pasando a limpio cartas inmensamente largas, dotándolas de dibujos infantiles al principio, para rellenarlas también con pequeñas inspiraciones gráficas poéticas más tarde...
Eran gozosas sesiones de escritura temprana, en las que trataba de hacer domeñable mi propia letra, para siempre ininteligible, a pesar de todo, y en las que conseguía verter mi propia intimidad de la forma más aséptica, hasta la pérdida de la vergüenza por compartirla de tan farragosos como fueron aquellos manuscritos, de tan incomprensibles como debieron ser.
Perdí todas las cartas de entonces, quedaran embarrancadas algunas sueltas en algún sitio en el que viví, y me alegraría tanto encontrarme con alguno de entonces, con alguno de aquellos amigos de los que nada sé ahora, hoy por hoy, para que pudiera mostrarme aquellos conatos de verborrea literaria que ahora me vienen a la memoria, motivados por las lecturas intensísimas que descubría aquí y allá de autores de nombre porque sigo queriendo, deseando que me ocurra algo parecido... Ahora está el más sencillo hábito del correo electrónico, pero está tan falto hoy día del romanticismo aquel, que me da la misma pereza comenzar a escribir, la misma pereza que hoy hace improbable la escritura manuscrita de cartas por cualquiera, su envío y, por descontado, su recepción.
Al menos, sigo recibiendo facturas...
Pequeños poemas trágicos de la desesperación más actual.
Habrá que conformarse!
1 comentario:
En cierta manera me veo reflejado, en el relato que cuentas, ya que antes recuerdo como una verdadera delicia encontrar una carta que recibias de algun amigo que se acordaba de ti, y donde en 5 folios a dos caras manuscritos te relataba sus vivencias, alegrias, penas, anécdotas, incluso a veces acompañaba alguna hoja, flor o granos de arena, que recordaba a tu ciudad, playa, etc
Esto se acogia desde la distancia como un verdadero tesoro y ahora en cambio nuestro buzón se limita a abrir la boca con desidia para acoger folletos de ropa rabajada y alguna que otra factura de obligado pago.
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